por Noemí Boza, comunicadora y empresaria (*)
Las mujeres tenemos en la Comunicación un atributo especial. Escuchar, empatizar, conectar y construir relaciones sólidas y entornos en los que se cuida a las personas forma parte de nuestra historia. En las empresas, lo que antes se consideraba una habilidad blanda, hoy se ha convertido en una ventaja competitiva.
Aunque aún persisten algunos prejuicios por derribar, el liderazgo está evolucionando. Ya no se trata de mandar, sino de inspirar; de generar confianza, no de imponer; de conectar, no de ordenar. En este nuevo escenario, el liderazgo asociado a un estilo más femenino se posiciona como una respuesta efectiva, y los datos lo confirman.
Según el Foro Económico Mundial, las mujeres en puestos directivos destacamos por nuestro enfoque colaborativo y nuestra capacidad para fomentar el compromiso de los equipos. En esta línea, un estudio de 2022 reveló que el 47,6% de los empleados españoles prefiere un liderazgo orientado a resultados, mientras que el 43,7% valora un enfoque centrado en las personas. Solo el 8,8% se inclina por una gestión enfocada en tareas. (Expectativas Laborales entre empleados y empresas 2022, elaborado por Edenred y BTS).
No podemos obviar que la comunicación auténtica y cercana, donde la escucha activa y la empatía juegan un papel fundamental, es esencial en el liderazgo actual. Como cuento en “Por qué lo llaman Liderazgo cuando quieren decir Comunicación”, todas las personas pueden mejorar su capacidad de comunicación aplicando un decálogo sencillo basado en el sentido común. Elementos como la sonrisa, la sorpresa, el uso de preguntas adecuadas o la velocidad con la que se transmite un mensaje pueden marcar la diferencia.
En este sentido, planteo la necesidad de trascender la comunicación meramente efectiva y apostar por una comunicación afectiva y próxima, donde no solo importe la claridad y la precisión del mensaje, sino también su capacidad de inspirar, captar la atención y generar conexiones genuinas. La Comunicación es una herramienta al servicio de la gestión de emociones. Y no es solo transmitir información, es generar conexión; y esa conexión solo se logra cuando escuchamos de verdad, cuando comprendemos lo que el otro necesita antes de hablar. Muchas veces me preguntan cómo se puede mejorar la comunicación en un equipo, y siempre respondo lo mismo: con autenticidad. Si queremos que nuestro mensaje llegue, debe nacer desde la coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos.
He visto a muchos líderes esforzarse por mejorar su oratoria, por aprender a estructurar mejor sus discursos o por trabajar en su lenguaje corporal. Todo eso es útil, sin duda, pero hay algo más poderoso: la capacidad de transmitir desde la verdad. No se trata solo de hablar bien, sino de hablar con sentido, de generar confianza en cada palabra. Las personas no recuerdan discursos perfectos, recuerdan cómo les hiciste sentir.
Liderar no es solo tomar decisiones estratégicas; es influir, inspirar, hacer que los demás quieran seguirte. Y eso no se consigue con autoridad, sino con comunicación real. Escuchar, hacer preguntas, interesarse de verdad por las personas que tienes delante. Un equipo que siente que su líder le comprende y le valora es un equipo que se compromete. Y el compromiso es el mayor activo de cualquier organización.
Si queremos que nuestra comunicación impacte, debemos convertirla en algo más que un canal de información. Debemos transformarla en una herramienta de conexión y liderazgo. Un liderazgo que no solo busque resultados, sino que construya relaciones sólidas y sostenibles en el tiempo.
Aires de cambio
Durante décadas, las mujeres hemos demostrado que nuestra capacidad para conectar, inspirar y transformar es esencial en la evolución de las empresas. Nuestra experiencia para movilizar equipos desde el bienestar colectivo y nuestra comprensión de que cada persona cumple un rol esencial para la sostenibilidad empresarial refuerzan nuestro papel en el liderazgo del siglo XXI.
Y, sin embargo, todavía nos encontramos con estructuras que no siempre facilitan ese liderazgo. Nos han dicho que debemos adaptarnos, endurecernos, ser más racionales y menos emocionales para encajar en modelos tradicionales. Pero la realidad demuestra que liderar desde la empatía, la escucha y la conexión no es una debilidad, sino una fortaleza. No se trata de elegir entre resultados o personas, sino de comprender que solo con equipos comprometidos y valorados se alcanzan los mayores logros. Por eso, debemos reivindicar con orgullo un liderazgo que no solo gestione, sino que inspire, transforme y haga que cada persona se sienta parte de algo más grande.
Si liderar es dirigir, comunicar es conectar. Así, el liderazgo al más puro estilo femenino, ejercido por hombres o por mujeres, no es solo una tendencia, sino una realidad que está redefiniendo el éxito en las organizaciones actuales.
(*) Es comunicadora y especialista en el arte de conectar ideas, personas y empresas. Empresaria desde hace más de 20 años, es socia de Mas Cuota, empresa que organiza eventos profesionales y ofrece servicios a empresas en el ámbito del liderazgo, el bienestar laboral y la diversidad. En octubre de 2024 escribió su primer libro «Por qué lo llaman liderazgo cuando quieren decir comunicación», editado por LID.