por Ana Hernández Gilfedder, Dircom, Psicotecnóloga y Especialista en Relaciones Humanas (RRHH) en Psiconnea
La violencia de género sigue siendo una herida abierta en nuestra sociedad. Este 2024, 40 mujeres han sido asesinadas en España hasta el 11 de noviembre, una cifra que eleva a 1.285 el número de víctimas mortales desde que comenzaron a registrarse estadísticas oficiales en 2003. Detrás de estas cifras desgarradoras hay una realidad que rara vez ocupa titulares: millones de mujeres enfrentan cada día violencia económica, psicológica, física y sexual que deja cicatrices igual de profundas.
Según la OMS, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida. Y en pleno siglo XXI, aún existen lugares donde ser mujer significa no tener voz, derechos ni dignidad.
La violencia no siempre golpea con los puños, pero siempre hiere. Hoy, más que nunca, necesitamos mirar de frente un sistema que sigue fallando. Porque la vergüenza no pertenece a quienes la sufren, sino a quienes la ejercen, la permiten y la justifican.
Está claro que algo falla. No se trata de seguir haciendo lo mismo, sino de hacerlo mejor. La educación y la innovación son fundamentales para combatir las desigualdades que perpetúan el abuso. Desmontar prejuicios, prevenir desde la raíz y abordar el analfabetismo emocional son pasos urgentes hacia una sociedad verdaderamente justa y humana.
Educar para Prevenir: La Base del Cambio
La violencia de género no empieza con un golpe, sino con las palabras, gestos y creencias que normalizan el control y perpetúan los roles de género. Para desactivar estas dinámicas antes de que se conviertan en violencia, la educación es nuestra herramienta más poderosa.
¿Por qué es esencial educar?
- Porque aprendemos observando. Lo que vemos en casa, la escuela o el trabajo moldea nuestras ideas sobre respeto e igualdad.
- Porque gestionar emociones salva vidas. Aprender a establecer límites y manejar conflictos previene la violencia y mejora nuestras relaciones.
- Porque nunca es tarde. Desaprender creencias dañinas y construir una visión igualitaria del mundo es posible a cualquier edad.
Pero no basta con enseñar lo de siempre. La educación debe adaptarse al nivel de inteligencia emocional y al contexto de cada persona. La tecnología se convierte aquí en una gran aliada, permitiendo no solo llegar más lejos, sino también identificar patrones de riesgo y prevenir el abuso antes de que ocurra.
Innovar para Multiplicar el Impacto
Si queremos un cambio real, necesitamos transformar cómo abordamos la violencia de género. Los mismos métodos producen los mismos resultados, y la innovación es clave para romper ese ciclo.
¿Cómo puede la innovación marcar la diferencia?
- Ampliando el acceso a la educación preventiva. Plataformas digitales y soluciones interactivas pueden enseñar respeto e igualdad a millones de personas, adaptando los mensajes a su contexto y nivel emocional.
- Mejorando la detección temprana. Tecnologías como la inteligencia artificial permiten identificar señales de abuso en tiempo real, alertando sobre situaciones de riesgo antes de que escalen.
- Transformando la intervención. Cuando el daño ya está hecho, no basta con terapias individuales prolongadas. Las mujeres necesitan acceso inmediato, continuado y asequible a profesionales especializados que trabajen desde la alianza terapéutica. No vale cualquier psicólogo; la empatía y la calidad son esenciales para una verdadera recuperación.
- Revolucionando la sanación. Comunidades de apoyo virtual, terapias en línea y programas interactivos pueden ofrecer ayuda sostenida, incluso en contextos con recursos limitados.
La innovación no es un lujo. Es una necesidad para derribar barreras, optimizar recursos y garantizar que ninguna mujer quede fuera de las soluciones.
Sanar las Heridas Invisibles
La violencia no termina cuando cesa el abuso físico. Ansiedad, estrés postraumático y depresión son solo algunas de las secuelas psicológicas que pueden durar años y dificultar la reconstrucción de vidas.
Sanar no debería depender únicamente de la fuerza individual de quien ha sufrido violencia. Es un proceso colectivo que requiere el compromiso de todos:
- Crear espacios seguros. Lugares donde las mujeres puedan hablar sin miedo a ser juzgadas.
- Garantizar redes de apoyo accesibles. Recursos útiles y activos que brinden acompañamiento real.
- Cambiar la narrativa. Abandonar preguntas como “¿Por qué no lo dejó?” y comenzar a cuestionar “¿Por qué seguimos permitiendo esto?”.
Sanar no es sólo aliviar el dolor. Es devolver el control, la dignidad y la esperanza que la violencia intentó arrebatar.
Acción Colectiva: No Hay Espacio para la Inacción
Erradicar la violencia de género es una responsabilidad compartida. Nadie puede mirar hacia otro lado.
- Las instituciones: Políticas públicas que prioricen la educación, la prevención y el acceso a recursos efectivos.
- Las empresas: Entornos laborales seguros y formación para identificar y actuar frente a comportamientos abusivos.
- Las familias: Modelos de respeto e igualdad, porque los jóvenes aprenden con el ejemplo.
- Las comunidades educativas: Igualdad y gestión emocional como pilares del aprendizaje.
- Los ciudadanos: Denunciar, actuar y no ignorar ninguna forma de abuso, por pequeña que parezca.
El 25N: Por Ella, Por Nosotras, Por Todas
El 25 de noviembre no es solo un día para recordar cifras, es un llamado a la acción. La violencia de género no es inevitable, ni un problema ajeno. Es una realidad que nos involucra a todos.
Si queremos un cambio real, debemos comprometernos a prevenir, educar y sanar con inteligencia, empatía e innovación. Las soluciones no pueden ser abstractas ni lejanas. Deben ser concretas, accesibles y efectivas.
Hoy recordamos a las 40 mujeres que este año ya no están. Pero también pensamos en las millones que aún viven con miedo. Por ellas, por nosotras, por todas.