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La intolerancia y sus consecuencias

Tres contra uno. Y este “uno” es una chica de 19 años que sale de su casa por la mañana para encontrarse con su padre en el bar de la esquina y tomarse con él un café. Sin embargo, no consigue llegar al bar porque, a la puerta de la vivienda, tres individuos se abalanzan sobre ella gritando: «A ver si ahora eres tan valiente, fascista». El primer impacto es una patada en la espalda que derriba a la chica, que sigue recibiendo puntapiés una vez en el suelo. Uno de los agresores también la agarra por el cuello y la golpea en la cara. Afortunadamente, las consecuencias no han sido demasiado graves para la chica, que se llama Inma Sequí y es la presidenta de VOX en Cuenca. Con toda probabilidad, el motivo de la agresión hay que buscarlo en las convicciones políticas de la joven. Pero, ¿qué digo? No hay motivo para un ataque de este tipo. Las distintas opiniones políticas nunca pueden justificar la violencia física contra otras personas. Dicho eso, en mi opinión  “fascista” es el ataque y “fascistas” son los agresores -dos hombres y una mujer-  considerando que vivimos en un país democrático, donde la pertenencia a un partido legalizado no puede ser ni perjudicial ni discriminatoria para nadie.

Inma sequiPero, lo que me parece, por lo menos “raro”, son las reacciones. Mejor dicho: la falta de reacciones. A nivel nacional me refiero, ni en el día del ataque, ni tampoco en los días siguientes, son pocos los que han alzado la voz para solidarizarse. Sí, lo he leído: el ministro de Interior ha tachado de «incalificable atentado» la agresión, apuntando que es un ejemplo de «lo contrario que desea una sociedad democrática, plural y responsable». Es verdad que también el presidente de la comunidad de Castilla-La Mancha al día siguiente la condenó públicamente y lamentó esa agresión sufrida por Inma Sequí, indicando que “no hay nada en la vida que justifique una acción violenta”. Pero, sin poner en duda, naturalmente, la sinceridad de las expresiones, estamos hablando de declaraciones institucionales, de “deber”. ¡Faltaría más que no lo hubieran hecho!

Mi pregunta es: ¿dónde están todos los que normalmente hacen ruido político y mediático cada vez que pasa algo similar? Y si Inma Sequí fuera una exponente del PSOE, o del PP, o de UPyD, o de Podemos, o de Ciudadanos… ¿Cuál habría sido la reacción? Y considerando que la agresión tiene también un matiz machista, ¿dónde están los paladines de las mujeres, normalmente tan rápidos en estigmatizar y condenar cualquier acto, físico o verbal, que tenga pinta de ‘agresión’ contra nosotras? También el frente del feminismo está callado…

Me quedo preocupada. Hay personas que condenan este tipo de violencia si la víctima pertenece a “los suyos”, mientras no hacen nada si la víctima pertenece “a la otra orilla”, a otro partido político, a otra etnia, a otra religión. Entonces, ¿en nombre de qué defienden a este tipo de víctimas? ¿En nombre de un valor, como la libertad o la democracia, o en nombre del propio partidario interés? Yo lo definiría ‘instrumentalización’. ¿Una de las consecuencias? Relativizar todo: el mismo acto violento puede ser malo o hasta bueno según el objeto. Este relativismo ético es un cáncer que desafortunadamente ya ha producido metástasis en nuestra sociedad. Creo que tendríamos que reflexionar y posicionarnos.

 

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