A todas las mujeres víctimas de la guerra de Putin.
A las mujeres ucranianas, a las que huyen, a las que mueren en falsas treguas.
A Polina, la niña del mechón rosa asesinada en una calle de Kiev.
A Mia que nació en el metro bajo los bombardeos.
A las madres rusas que denuncian: “Nuestros hijos enviados a la guerra por engaño”.
A Yelena, superviviente de los nazis, detenida mientras se manifestaba contra la guerra en San Petersburgo.
A las mujeres ausentes en las mesas donde se decide la guerra y donde se pretende buscar un acuerdo, pero presentes donde se sufre.
A las mujeres que, de ambos bandos, combaten con las manos desnudas los ultrajes de la guerra, sólo con la fuerza del amor y de la vida.