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Flores del desierto

Se llaman Waris, Margarita, Isoke. Luchan contra la mutilación genital, la prostitución y la trata para salvar a otras mujeres de la violencia que ellas mismas han sufrido. Son las tres finalistas del Premio Internacional “Mujer del Año”, patrocinado por el Consejo Regional del Valle de Aosta (la más pequeña de las regiones de Italia) con el apoyo de las instituciones nacionales (la Cámara de los Diputados, la presidencia del Consejo de Ministros y el Ministerio de Asuntos Exteriores).

Este año, el premio -nacido con el objetivo de valorar el papel de la mujer en la sociedad, la cultura, el mundo del trabajo, la política, la comunicación, las artes y el entretenimiento- cumple 20 años y el tema de la edición de 2018 es muy importante: “Decimos no a la violencia en todas sus formas”. Un premio que se propone ayudar a amplificar la voz de quienes defienden en el mundo las mujeres maltratadas, violadas, humilladas, perseguidas, privadas de todo derecho fundamental hasta lo más sagrado, el de la vida.

Pero el pasado 14 de marzo, fecha de entrega del premio, el jurado hizo una elección inesperada. De hecho, leemos en la motivación: “Una mujer joven que, después de ser vendida y explotada, ha recuperado su dignidad y hoy, tras los años, continúa en su camino hacia la independencia, regresando a su tierra natal para evitar más horrores. Una madre que ya no puede abrazar a su hija, víctima de la trata, y acoge en sus brazos a las niñas que corren el riesgo de sufrir el mismo destino, independientemente de las consecuencias para su propia vida. Una ‘flor del desierto’ que sobrevivió milagrosamente a la tortura, que lucha por detener una tradición aberrante sin buscar héroes, pero enseñando que todos pueden ayudar a cambiar y mejorar el mundo. Tres mujeres excepcionales, tres historias muy emotivas, de gran sufrimiento y de rescate. Es imposible hacer una elección: Isoke Aikpitanyi, Margarita Meira y Waris Dirie, con sus vidas dedicadas a llevar luz donde solo existe el abismo de la violencia, son “La Mujer del Año 2018”.

Me ha aparecido estupenda la decisión de un premio “colectivo”, que no oscurece la grandeza de cada una, distinta y, al mismo tiempo, igual a las otras por el coraje, la determinación, la esperanza que se hace certeza de poder cambiar hasta lo imposible.

Tres mujeres excepcionales. Aquí, con pinceladas, sus historias.

Nacida en Somalia en una familia de nómadas, a los cinco años, Waris tiene que enfrentarse a la mutilación genital y a los 13 años a un matrimonio acordado con un anciano. Pero logra escapar, sola, a través del desierto, hasta llegar a Londres. Aquí, después de unos años, es descubierta por un Waris_Diriefotógrafo, y se convierte en una modelo de éxito. Pero no puede olvidar su vida anterior. Decide hablar sobre la mutilación genital, primero en una entrevista, más adelante en la biografía Flores del desierto, traducida a 51 idiomas. La fundación que crea Waris en 2002, la Desert Flower Foundation, lleva el nombre del libro. Objetivo: informar y concienciar sobre la mutilación, ayudar a las mujeres que la han sufrido y prevenir más víctimas. En el momento de la publicación, muchos ignoran que esta práctica es una realidad incluso en Europa, pero la asociación de Waris lleva a cabo una investigación que lleva a la UE a incluir, por primera vez, la lucha contra la mutilación genital femenina en su programa. Hoy, la Desert Flower Foundation tiene 10 ubicaciones, desde Alemania hasta Djibouti, desde Inglaterra hasta Sierra Leona. Justo allí, desde 2014, 1.000 niñas han sido salvadas y escolarizadas.

En 1991, Margarita experimenta el dolor más atroz que una madre puede vivir: su hija Susi, de 17 años, es secuestrada mientras sale de la escuela. El tráfico de seres humanos no es un delito Margarita-Meiracontemplado por el código penal argentino, y la policía repite que la niña se fue de su casa espontáneamente. Pero Margarita continúa buscándola con una terrible sensación: “policías, alguaciles, políticos… Eran los verdugos de mi hija y de muchas otras chicas”.

Después de cuatro años, la verdad: Susi es hallada muerta en uno de los 1.200 “prostíbulos” de Buenos Aires. Había sido torturada, drogada, forzada a la prostitución. Margarita ya no puede salvar a Susi, pero puede evitar que a otras niñas le pase lo mismo. En uno de los barrios más peligrosos de Buenos Aires, funda ‘Madres víctimas de la trata’, una asociación autogestionada que ofrece apoyo a las víctimas de la trata y a sus familias: con psicólogos, abogados e investigadores (todos voluntarios), ayuda a los padres a denunciar los secuestros, busca a los jóvenes desaparecidos, ayuda a las que son encontradas.

Hoy, Margarita acoge en su casa a las niñas que huyeron de sus explotadores, pero su objetivo es construir un centro de acogida para las supervivientes a la trata para que puedan contar con un alojamiento seguro y apoyo físico, psicológico y legal durante el período de recuperación.

La familia de Isoke, en Benin City, es numerosa y pobre: ella debe ayudar a mantenerla vendiendo frutas y verduras junto a su madre. Por eso, cuando se le ofrece la oportunidad de ir a trabajar a Europa, acepta, convencida de que finalmente podrá mejorar su propia vida y la de su familia. A los 20 años llega a Turín, pero no encuentra lo que había soñado. Quien la está esperando es una Isoke_Aikpitanyi“maman”, una de las protectoras que manejan la prostitución nigeriana en Italia. Isoke termina en la calle: noche y día, siete días a la semana, embarazada o inmediatamente después de un aborto. Sufre todo tipo de violencia y, cuando trata de escapar, casi la matan. “Ya no me importaba si podía vivir o morir. Lo importante era ser libre”, recuerda hoy.

Cuando, después de años, logra escapar, toma una decisión muy valiente: ayudar a las chicas como ella. Con el apoyo de un hombre italiano, que más tarde se convierte en su esposo, funda la Asociación de Víctimas de la Trata. Comienza a dar la bienvenida a algunas nigerianas en Aosta (Italia), en “la casa de Isoke”. Pronto nacen otras casas en otras regiones italianas. Isoke denuncia la horrenda explotación en tres libros: Las chicas de Benin City500 historias realesEspada, sangre, pan y semillas, y en la película-documental Las hijas de Mami Wata. Gracias a su determinación, Isoke ha garantizado una salida a miles de jóvenes nigerianas destinadas a prostituirse o ser utilizadas como ‘yeguas de cría’. Ha construido una red de antiguas víctimas que ayudan a las nuevas víctimas de la trata. Este año, tiene otro reto importante: regresar a Nigeria, después de 18 años, para detener esos ‘viajes de la esperanza’ que para muchas se convierten en una terrible pesadilla.

Gracias Waris, Margarita, Isoke … Gracias porque con vosotras podemos creer que incluso en el abismo más oscuro podemos encender una luz.

En Mujeremprendedora 202

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