Recuerdo que estaba en la redacción la tarde del 25 de septiembre, el mismo día que el Papa intervino en las Naciones Unidas. Transcribía estas palabras para un artículo en Informaria Digital: “En las guerras y conflictos hay seres humanos singulares, hermanos y hermanas nuestros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, niños y niñas, que lloran, sufren y mueren. Seres humanos que se convierten en material de descarte cuando la actividad consiste sólo en enumerar problemas, estrategias y discusiones”.
Esta frase, como el resto del discurso, era fuerte y conmovedora al mismo tiempo, cargada de mensajes y reclamos para todo aquel que quisiera acogerlo. Más tarde, mientras leía las reacciones de algunos periódicos digitales a las palabras de Francisco, un titular en un periódico italiano capturó mi atención: “La niña que nació en Alepo con una astilla clavada en la frente, conmueve al mundo”. Seguramente, habréis leído también esta noticia.
Amel vino al mundo en un hospital de Alepo; su madre, Amira, había sufrido, junto a tres de sus hijos, las consecuencias de una fuerte explosión durante un bombardeo por parte del régimen sirio. Embarazada de nueve meses, Amira llegó al hospital con numerosas lesiones, incluso en el vientre; los médicos la intervinieron inmediatamente y cuando nació la niña ellos no daban crédito a sus ojos: Amel tenía clavada una astilla a un centímetro de su ojo izquierdo. Afortunadamente los médicos se la quitaron y ahora tanto la madre como la hija se encuentran en buen estado. «No sabemos si es la madre la que le salvó la vida de la niña o viceversa», declaraban después los médicos en una entrevista para la TV. Probablemente la cabeza de la niña había frenado la penetración de la astilla en los órganos vitales de la madre.
Las imágenes de la niña mientras los médicos le retiraban la astilla, publicadas en Facebook, han dado la vuelta al mundo; imágenes muy crudas, pero que en su dramatismo expresan la victoria de la vida sobre la muerte. Amel, han llamado a esa niña, que significa “esperanza”. Esa esperanza a la que un millón de sirios no pueden renunciar y que nosotros no podemos negarles. El mundo se ha conmovido con esta niña, se ha estremecido, sin embargo, ¿ha cambiado algo? También produjo conmoción la muerte del pequeño Aylan a principios de septiembre. Un hecho dramático que hizo que los políticos tocados en sus conciencias, dieran algunos modestos y controvertidos pasos. Durante algunas semanas, los refugiados sirios han ocupado portadas de periódicos y agendas políticas. Pasando los días han ido reduciendo su protagonismo en los medios de comunicación, al menos con la misma intensidad que al principio de la crisis. Sin embargo, ellos siguen llegando. Miles a diario. ¿Cuántos cientos de pequeños ‘Aylan’ han muerto, en el mar o bajo los bombardeos? No importa si provenientes del régimen o de los rebeldes. ¿Cuántas pequeñas ‘Amel’ se han visto afectadas, incluso antes del nacimiento? ¿Cuántas han muerto bajo los escombros de las ciudades devastadas es estos cuatro años de guerra? ¿Hasta cuándo permitiremos este sufrimiento?
No basta conmoverse, formular buenos propósitos, elaborar estadísticas o anunciar planes que en última instancia tranquilizan y anestesian conciencias, Debemos actuar.
El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, ha sido muy claro el 28 de septiembre hablando a los líderes de más de 150 países del mundo: «Cuatro años de parálisis diplomática del Consejo de Seguridad han hecho que en la crisis en Siria se perdiera el control…Cinco países en particular, tienen la clave: Rusia, EE.UU., Arabia Saudita, Irán y Turquía, Sin embargo, dado que las partes no se comprometen a nada, no se puede esperar un cambio repentino sobre el terreno”.
¿Lo escucharan? Es lo que deseamos, por el bien de todos. A Amel se la ve llorar en el video, al igual que a todos los niños que nacen. Un grito que nos dice que está viva y que reclama el derecho a vivir. Un derecho que pertenece a todo ser humano.