Me he puesto a buscar noticias de las mujeres afganas, pero los medios ya no hablan de ellas, sino como finalistas del Premio Sájarov del Parlamento Europeo. La última noticia que encuentro es del pasado 30 de septiembre, cuando en Kabul los talibanes detuvieron abruptamente una protesta de seis mujeres frente a una escuela. Las manifestantes protestaban contra la prohibición de que las mujeres ingresaran a la escuela secundaria reivindicando el derecho a la educación. Los talibanes dispararon al aire, empujaron a las mujeres para dispersarlas y golpearon a un periodista con un rifle para evitar que documentara los hechos.
«No nos rompéis las plumas, no queméis nuestros libros, no cerráis nuestras escuelas», reza una pancarta del grupo que se firma «Movimiento espontáneo de mujeres activistas afganas».
Y a nosotras, ¿Qué dirían?
No nos olvidéis, no dejáis que el muro de silencio apague nuestro deseo de vida, nuestros sueños de futuro.
Son infinitas las formas de expresar y concretar nuestra solidaridad con las mujeres afganas y con todo Afganistán. En estos días he sabido lo que ha ocurrido a una empresaria andaluza, una amiga, se trata de una noticia que tiene el sabor de esta frase famosa: “Hay muchas cosas que parecen imposibles solo mientras uno no las intenta”.
