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En el abismo del oscurantismo

Hoy, 15 de agosto, en muchos países es un día de celebración, dedicado a una mujer: María, la madre de Jesús; ¿Quién no ha visto, al menos en un libro, uno de los innumerables cuadros que artistas de todos los tiempos han dedicado a la Asunción?

Pero para las mujeres afganas «el 15 de agosto es un día negro»; así se leía en una pancarta que llevaba un grupo de mujeres hace dos días, el 13 de agosto, en Kabul, dirigiéndose hacia el ministerio de educación gritando: “Pan, trabajo y libertad”, y “Justicia, justicia, estamos hartos de la ignorancia”. Según las agencias de prensa internacionales, eran unas 40. Fue inmediata la intervención de los talibanes que dispararon al aire para dispersar al grupo de mujeres; algunas de las manifestantes huyeron para refugiarse en tiendas cercanas, pero fueron alcanzadas por los milicianos, que las golpearon con las culatas de los rifles. No sabemos más.

Un año después de la reconquista de Kabul, los talibanes cancelaron derechos y libertades, falsas eran las promesas de mantener el statu quo en el frente de los derechos civiles, especialmente de las mujeres, formar un gobierno inclusivo que no se inspire en algún tipo de teocracia y, por lo tanto, iniciar relaciones bilaterales con la comunidad internacional…

Además de las mujeres, cientos de periodistas, opositores y activistas también están en la mira de los talibanes, advierten alarmados los informes de la ONU y las numerosas ONG extranjeras que quedan sobre el terreno.

Y eso no es todo: más de la mitad de la población -el 59%, seis millones de personas más que el año pasado- necesita ayuda humanitaria. Hay hambre en 27 de las 34 provincias, y las estimaciones de la ONU predicen un mayor empeoramiento. Una vez más, los niños pagarán el precio.

El fundamentalismo religioso ha empujado a Afganistán de nuevo al abismo del oscurantismo.

No dejemos que el tiempo extienda el peligroso velo del olvido sobre nuestras mentes y corazones.

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