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“Todo es posible para quien sabe captar la luz de una estrella”

Entrevista a Lígia Rodrigues, artista plástica

“Todo es posible para quien sabe captar la luz de una estrella”. Es la primera frase que encontré al entrar en tu página web, me pareció que era la «tarjeta de presentación» de Lígia Rodrigues, como artista, como mujer, como persona… Me gustaría entender mejor lo que significa. Entonces la primera pregunta es: ¿Cómo nació tu vocación artística? ¿En qué entorno se desarrolló?

¿El nacimiento de mi vocación artística? Creo que nació conmigo, no como algo que viene de fuera, sino que uno descubre. Recuerdo el entusiasmo de la gente que me rodeaba cuando dibujé una bailarina por primera vez cuando tenía 5 años. En primaria todos me decían que debía hacer Bellas Artes. Con mi padrino y mi mamá, que era una apasionada de la pintura, íbamos mucho a exposiciones; a pesar de que era tan apasionada, ella no podía dibujar nada, y esto era un dolor para ella. Cuando estaba embarazada de mí quería que fuera mujer y pintora. Empecé a dibujar y pintar muy temprano. Cuando tenía 12/13 años quería hacer una exposición, pero cuando llegó la revolución de independencia de Mozambique (de hecho, vivíamos allí en ese momento), tuvimos que huir y las pinturas se quedaron allí. Sin embargo, quizás también impulsada por las circunstancias, comencé a tener aspiraciones que no terminaban en el arte. Como si la humanidad fuera algo más verdadero, más grande. No me identificaba con el arte en su conjunto. Me descubrí como multidimensional.

Te formaste en la Academia de Bellas Artes de Lisboa: ¿Cuál fue tu experiencia en esos años?

Las Bellas Artes han sido fundamentales para mí, sobre todo para deconstruir esquemas, conceptos preestablecidos, clichés… y darme cuenta de que cada uno tiene su propia identidad, que al final es lo único que sólo nosotros podemos aportar al mundo. Nadie más puede hacerlo. Somos únicos. Recorrer los siglos a través del arte, la filosofía, la historia… el conocimiento profundo del ser humano, también como forma, con su extraordinario equilibrio… Haber sido «derribada» en algunas obras por los profesores y tener que reconstruirme, sola, con otros parámetros: me gustó mucho porque sentí que me daba una amplitud muy grande para descubrir otras posibilidades de trabajo, y también la conciencia de que nada es imposible: tal vez se trata simplemente de tomar un camino diferente para llegar de todos modos a lo que habíamos visto al inicio. Después de cinco años en la Academia, cuando me gradué, me pareció que el tiempo había sido demasiado corto: acababa de empezar a aprender algo… ¡y ya era hora de terminar!

¿Te ayudó a entender lo que querías y podías transmitir con tu arte?

En cuanto a contenidos, no. En realidad, incluso ahora lo que me gustaría comunicar siempre me parece demasiado grande, como si el arte fuera un medio inmediato y esencial porque es el único capaz de decir lo indecible, pero aún insuficiente. Como si la estrella estuviera cada vez más alta, cada vez más inalcanzable; con una luz, sin embargo, que se ve desde aquí y marca la posibilidad de viajar por el infinito. Como si la estrella fuera una prueba, una marca de la inmensidad. La estrella de la que ahora nos llega la luz puede que ya no exista, y esto es aún más hermoso porque une los tiempos en un solo Tiempo. Entonces, incluso cada pequeña cosa puede abrirnos a la conciencia de algo más allá de la forma. Entender que lo infinitamente pequeño puede contener lo infinitamente grande. El valor de la persona, del momento, de un pequeño instante de atención, todo se puede descubrir como la luz de una estrella. Más bien veo que sólo la suma de todas las ciencias, la sociología, el arte, la filosofía… podrían de alguna manera decir un poco más, mirando todas las realidades juntas. Una vez terminada la Academia me hubiera gustado estudiar Física, Filosofía, Economía… serían necesarias muchas vidas, en fin. Se que, en cada noche, de alguna manera, tenemos la profundidad de las estrellas. Sólo frente a las noches, «nuestras noches», las noches de las mujeres y de los hombres, podemos ver más allá. Allí aparecen las grandes preguntas, y aquí el arte puede decir algo más profundo, entrando en nuestras noches y revelando sus verdaderos contenidos, trayendo valores olvidados a flote.

«Si no tengo dentro de mí lo que quiero decir y hago experimentos de forma, el trabajo resulta banal y siempre termino descartándolo. No me convence. No es vital. No tiene profundidad….»

Viviste algunos años en Italia, siendo parte del equipo del Centro Ave Arte: ¿qué es y cuál fue tu aporte?

El Centro Ave Arte es un centro de arte sacro nacido en Roma y luego trasladado a Loppiano, ciudadela del Movimiento de los Focolares fundado por Chiara Lubich. Su finalidad: contribuir a través del arte en la liturgia a traer belleza al mundo y con ello suscitar el encuentro con Dios. Siendo la unidad el carisma del Movimiento de los Focolares, la obra artística intenta ser también expresión de ella. Para mí la experiencia en el Centro Ave Arte fue una sorpresa. El arte no fue la razón por la que fui a Loppiano. De hecho, quería algo más grande y más verdadero que el arte, más centrado en la vida de las personas. Tenía pasión por las personas, por los pueblos y el arte fue el trabajo que me ofrecieron, pero no fue un fin en sí mismo, es más, para mí nunca tuvo un propósito en sí mismo. Aún hoy pienso que si el arte no se trasciende a sí mismo no abre horizontes, porque se necesitan grandes preguntas -no grandes respuestas- para darle continuidad a la historia. De hecho, en el Centro Ave pensé que, al trabajar en equipo, tenía que desaparecer mi yo frente al trabajo colectivo, porque creía que el resultado final era más importante que el individual. En cambio, me sorprendió porque habiendo trabajado durante cinco años directamente con Ave, una de los tres artistas que iniciaron el Centro que en ese período era su directora artística, descubrí que ella se aseguraba de que nadie, en esta unidad, fuera cancelado; ella sacaba la verdadera identidad de cada persona en su máxima potencia, destacaba a cada una, y luego era la persona misma quien daba su aportación para expresar al máximo la armonía del conjunto. Ave, además de la técnica, nunca me dijo cómo crear una obra de arte. Se sentaba a mi lado, guardaba silencio, ponía toda su confianza en mí. La consideración y la dignidad con la que ella se relacionaba con cada uno me enseñó el respeto que debemos tener por cada persona y por esa inmensidad que la habita. Aunque prácticamente aprendí las técnicas de escultura con Ave (en la Academia había estudiado solo dos años escultura y luego me gradué en pintura), mi viaje allí fue sobre todo de vida, de contenido, de esencia. Lo más esencial para mí en el Centro Ave fue la enseñanza del proceso de creación artística. Ave siempre me ha dicho que hay que empezar por el alma, por el contenido, luego viene la forma y la técnica. De hecho, hoy todavía sigo haciendo así. Si no tengo dentro de mí lo que quiero decir y hago experimentos de forma, el trabajo resulta banal y siempre termino descartándolo. No me convence. No es vital. No tiene profundidad. Mi aportación allí fue principalmente en escultura, luego hice diversos trabajos de pintura, varios bajorrelieves, altares, ambones, mosaicos y también proyectos para tarjetas artísticas.

Luego volviste a Portugal… ¿Qué tan difícil es para un artista encontrar trabajo?

No puedo decir en mi caso que sea difícil encontrar trabajo: de hecho, siempre me ha llegado sin hacer publicidad. La dificultad es más bien ésta: que el trabajo sea valorado y comprendido como algo único, que «hace desarrollar” el mundo y lo valoriza. La falta de conciencia sobre el valor del arte es algo que todavía no puedo entender, después de la experiencia de siglos, en los que se ha demostrado durante generaciones cómo un país puede «vivir» casi únicamente del valor de las obras de arte que se encuentran en su territorio. Lamentablemente, se piensa que es algo superfluo, que casi nunca se remunera según su valor real, y si ante alguna crisis es necesario «recortar» en alguna parte, bueno, casi siempre se empieza por el arte.

Tus obras van desde la escultura a la pintura, pasando por los vitrales, el mosaico… hay muchas expresiones de tu creatividad, pero ¿hay alguna que prefieras?

No. En realidad, cada obra que creo siempre la pienso «para» un espacio y es el espacio, la gente, la atmósfera y sobre todo el contenido lo que me dice qué técnica utilizar. Trato de escuchar mi alma y nunca miro las dificultades. Si «veo», sé que algo ya es posible. Entonces sólo tengo que usar mi inteligencia para hacerlo realidad, y los desafíos a veces son apasionantes, especialmente cuando mucha gente me dice que lo que me propongo es imposible…

¿Hay alguna obra, una creación tuya a la que te sientas especialmente apegada?

Sí, quizás las capillas que renové en su totalidad o casi en su totalidad. Porque allí logré expresar una idea casi global. Digo casi porque no es fácil concluir un proyecto en una iglesia cuando cambian los párrocos (lamentablemente no suelen dar continuidad al trabajo iniciado por los compañeros) o por falta de dinero… Puedo mencionar la Ermida de Nossa Senhora da Encarnação do Carvoeiro – en Carvoeiro – Algarve y la Capella das Irmãs Reparadoras de Nossa Senhora do Rosario de Fátima, en Fátima. No pude concluir ambas obras como hubiera querido por las circunstancias a las que me refería antes, pero son quizás las más completas y por tanto generaron un espacio unitario. También puedo considerar como mi favorita la escultura en bajorrelieve del Cristo crucificado en Fátima, creada para la sacristía que sirve a las capillas de la cripta de la Basílica de la Santísima Trinidad en Fátima.

En tu experiencia, ¿las oportunidades profesionales están distribuidas equitativamente en el campo de las artes visuales?

En cuanto a la asignación de las obras, creo que sí. Las mujeres tienen mucha creatividad y una sensibilidad que destaca y gusta. En mi experiencia el problema radica en que no siempre consideran a la mujer capaz de realizar el trabajo: me pasa que muchos clientes preguntan a un hombre (normalmente a un trabajador) si lo que les he dicho que hagan de cierta manera realmente se puede lograr. Y luego la cuestión de los precios. También en este caso hablo por experiencia: lo que pide una mujer siempre resulta demasiado caro. Si fuera un hombre haciendo el mismo trabajo, no habría mucha discusión sobre el precio.

Al hojear las páginas de los manuales de historia del arte o al caminar por los pasillos de los museos, es muy raro encontrar obras de mujeres artistas: ¿es porque en la historia hay realmente pocos ejemplos de artistas que se hayan distinguido? ¿o porque, por el contrario, sus producciones no son consideradas, por quienes escriben libros o gestionan colecciones de museos, del mismo modo que las de sus colegas hombres?

Estoy convencida de que gran parte del trabajo de las mujeres no se considera porque no se le reconoce su valor y su calidad, aunque últimamente se considera más a nivel de arte, pero no lo suficiente. Lamentablemente sabemos que a lo largo de la historia muchos descubrimientos e ideas de las mujeres han sido atribuidos a sus maridos o en todo caso a un hombre, como si la sociedad estuviera hecha de hombres y para hombres. No darles credibilidad a las mujeres es más bien una cuestión de no aceptar que quizás realmente puedan ser muy buenas y marcar la diferencia. Casi siempre encuentro este problema en mi trabajo. Hay hombres que no aceptan que una mujer sepa más que ellos, aunque no sean artistas. A menudo hay un momento en el que de alguna manera me lo hacen entender. Creo que la colaboración de ambos géneros, respetando el potencial de cada uno, podría aportar una excelente contribución a la humanidad. Pero todavía estamos muy lejos…

«… la intuición de la mujer es muy importante porque casi «ve» el futuro al mismo tiempo que contiene el pasado y el presente…»

¿En tu opinión existe una estética femenina? ¿Podemos por fin hablar de arte femenino? ¿Podemos reconocer en él una ruptura con el arte de los hombres, la expresión de una nueva sensibilidad, de un punto de vista alternativo, de una mirada diferente sobre el mundo?

¡Absolutamente! El arte no puede mentir. No logra mentir. El carácter de una persona se reconoce muy fácilmente por su expresión artística. Por ejemplo, una persona que se impone, que predomina sobre los demás, nunca logra crear un arte «tranquilo», que no se impone… Creo que la mayoría de las mujeres artistas tienen una expresión femenina, pero no todas. Ya he visto varias obras que me dejan una pregunta al verlas: ¿es el arte de una persona donde predomina la parte masculina a pesar de ser femenina, o es solo una cuestión de carácter o un momento ligado a la parte psicológica? También veo hombres que tienen una sensibilidad casi «femenina», pero todavía no son mayoría. Estoy convencida de que si hubiera más igualdad en el mundo y, por tanto, más tranquilidad para las mujeres, en el sentido de que no se vieran obligadas a trabajar mucho más que los hombres para «pagar las cuentas diarias» con el consecuente estrés, las mujeres realmente podrían dar una enorme contribución a una nueva sociedad: como arte, como pensamiento, como economía, como ciencia… la intuición de la mujer es muy importante porque casi «ve» el futuro al mismo tiempo que contiene el pasado y el presente. La intuición, entonces, es siempre uno de los factores más importantes para el éxito.

Lígia Rodrigues  - Algarve, Portugal  - website
Anna Conte

 

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