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Liderazgo femenino

Que faltan líderes en el actual contexto histórico es algo que compartimos muchos, aunque solo de vez en cuando tomamos conciencia, debido probablemente al ruido mediático que vive ocupado y preocupado por “otras prioridades”. Esta señal de alarma merecería toda la atención y una reflexión, no solamente desde la política, desde el mundo económico o desde las instituciones sociales, sino también desde la ciudadanía de a pie. Todos necesitamos la referencia de un líder y una guía capaz de inspirar, orientar y organizar; una presencia física que sea objeto de estima y respeto, que pueda ser un espejo y un amplificador de nuestra identidad.

Pero, cuando decimos “líder”, ¿todos compartimos en nuestras mentes el mismo perfil?

Entre otras cosas, es interesante observar que mientras en español decimos líder adaptándolo del inglés, ni en francés ni en italiano existe un término estrictamente correspondiente a esa palabra inglesa y que en esas dos lenguas se utiliza tal cual el termino inglés.

Hace unos días leí un artículo a este propósito. Partiendo del rol del líder (to lead, dirigir en inglés), la autora, una experimentada periodista y escritora, ponía en evidencia la sutil pero crucial distinción: “Si decimos ‘jefe’ (en inglés, chief) nos referimos a aquellos que ejercen el poder. Si, en cambio, decimos ‘líder’, nos referimos a aquellos que realizan una función de guía. Por lo tanto, podemos tener jefes que carecen de liderazgo y que no pueden ser considerados líderes. También hay líderes que no tienen poder sustancial, excepto lo que se derivan del consentimiento de sus partidarios”.

El artículo continuaba especificando que “un jefe tiene subordinados, a los que manda”, mientras que un “líder” tiene seguidores, que aúna y orienta. Y, además: no hay jefe sin jerarquía, pero un líder puede ser tal sin ninguna estructura jerárquica. El poder del jefe exige ser conquistado y sostenido por su competencia; el liderazgo, en cambio, debe expresarse, también y, sobre todo, en clave emocional y a través de la comunicación.

Un jefe también puede ser o convertirse en un líder y viceversa. La superposición de los dos elementos aumenta la efectividad de la acción, pero también aumenta la inestabilidad del rol. Por ejemplo, si un jefe pierde el liderazgo, también se puede cuestionar su poder de mando.

El artículo era muy amplio, pero estos elementos ya me hacían pensar en la necesidad, realmente urgente, de un liderazgo femenino.

Permítanme que me explique, refiriéndome en particular al campo específico de Mujeremprendedora: si es cierto que debemos dar grandes pasos hacia la igualdad real, por ejemplo, en la alta dirección de las empresas, es igualmente cierto que llegar a los puestos de mando, incluso con el talento propio y no solo por una cuota establecida, no significa automáticamente ejercer el liderazgo dentro de la empresa y, por lo tanto, en la sociedad.

El liderazgo aún se caracteriza por ser “masculino”, sea por el predominio de los hombres en las posiciones de mando, sea porque las características asociadas a ello son aquellas consideradas tipicamente masculinas.

Y en este modelo de liderazgo, las mujeres no nos reconocemos. A muchas de nosotras nos gustaría seguir siendo mujeres incluso cuando somos líderes.

Quizás todavía hay muy pocas mujeres líderes y tal vez muchas mujeres que lo son, viven atrapadas entre compromisos y renuncias, y no han creado un modelo de liderazgo diferente del existente. Por eso, a las que no se ajustan al modelo masculino predominante les resulta difícil encontrar una alternativa viable.

Es, por eso, que hoy, desde ángulos diversos, muchas mujeres hablan de liderazgo femenino, en el cual sí se reconocen.

Es un modelo de liderazgo que:

No se enjaula en el estereotipo masculino (pero tampoco crea jaulas alternativas), tiene el coraje de ser genuino.

Valora las diferencias, y no solo de género, en lugar de tratar de suavizarlas u ocultarlas.

Es consciente de sus características, muchas de las cuales son particularmente apreciadas en los líderes del nuevo milenio, por ejemplo, la capacidad de escuchar, colaborar, motivar y mostrar empatía.

Está seguro del valor que puede aportar a las organizaciones, a las profesiones, a los gobiernos y a las administraciones públicas como a la vida cotidiana.

Un modelo de liderazgo femenino que aún no ha visto del todo la luz y que tenemos que alumbrar entre todas, ayudándonos mutuamente entre diferentes generaciones y profesiones, haciendo surgir esa capacidad de colaboración que, si queremos, es un poder imparable.

Y tú que me lees, ¿te reconoces en esta búsqueda de un nuevo liderazgo?

En Mujeremprendedora n. 213

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